Winx. No tan mágicas.

La historia de unas hadas con mucho estilo de la moda, cuerpos anatómicamente imposibles, romances y clásicos enfrentamientos del bien y el mal, además de una atmosfera que recordaba a Sailor Moon y Harry Potter, eso era Club Winx, una serie italiana con un éxito mediano que atrapo a niñas y niños (además de adolescente ansiosos por waifus) y de la cual se desprendieron juguetes, ropa, secuelas y ahora una serie en live action producida por Netflix.  

En el siglo pasado era muy difícil adaptar series infantiles al cine, pues los medios eran muy distintos, y ver a sujetos con mallas de colores no era tan agradable en la pantalla grande como en las historietas o la T.V. Debemos decir que Tim Burton fue el primero en proponer una visión oscura de los personajes, dejando atrás a las mallas por algo más cercano a armaduras, pero aun sin desprenderse de ese toque amigable e irreal; los X-Men de Fox y el Spiderman de Sony seguían una línea muy similar a la de Burton, pues estilizaban a los personajes y las historias, haciendo que el producto fuera lo suficientemente infantil y familiar sin caer en lo ridículo (aunque la línea siempre fue delgada). No fue hasta que Christopher Nolan presento a su versión de Batman “realista” que se encontró una forma más “conveniente” de presentar a los personajes de ficción, aunque esto se llevó al extremo de malinterpretar “realista” con “oscuro” (¿verdad, Zack Snyder), y de nuevo la línea con lo ridículo se volvió delgada, y aun con eso el Timburnismo nunca se perdió, es más se afianzo. A partir de entonces se han llevado a cabo proyectos en los que toman a un personaje icónico y colorido y se le vuelve oscuro, “profundo» y con alto contenido de drogas y sexo, cosas de chavos: un gran ejemplo de esto es Sabrina la bruja adolescente, que paso a ser El mundo Oscuro de Sabrina, teniendo una mezcla del estilo Burton/Nolan y que engendraria otra cosa.  

Destino: La saga Winx es un producto que ha tomado este camino, pues ha pasado de ser un Sailor Moon italiano a un Archie/Sabrina. Se han dejado atrás las alas, las transformaciones y los colores para tener una historia de adolescentes con sexo, drogas, problemas familiares y drama. El objetivo de Club Winx, como toda serie de televisión infantil es el vender juguetes, por ello de su público infantil, que depende de sus padres para la compra de dichos juguetes. El objetivo de La saga Winx es distinto, es mantener y captar nuevos clientes al servicio de streming, Netflix, por lo que su público se enfoca en adolescentes que buscan historias un poco más complejas, más acordes a sus ideas y su contexto, por lo que es lógico que en esta serie veamos diversos clichés que son ya muy típicos de Netflix. Pero a pesar de que la serie es disfrutable y entiende y potencia a la serie original, son estos clichés los que le juegan en contra a la producción de Netflix, pues hace ver como que no tiene una identidad.  

Hay que decir que algo que hace muy bien la serie es mantener la esencia de la caricatura. Bloom (Abigail Cowen) sigue siendo esa niña insegura, Stella (Hanna Van der Westhuysen) sigue siendo una chica llorona (tipo Mina de Sailor Moon), pero ahora es más compleja, pues tiene una difícil relación con su madre, Sky sigue siendo el galán, pero ahora viene de una relación con Stella que crea un triángulo amoroso con Bloom que cliché o no, sirve para los personajes. Pero, por otro lado, como hemos dicho, hay una pérdida de identidad, sobre todo a nivel visual. Cuando veías Winx no podías confundirla, ahora cuando ves esta serie no sabes si estas en Elite, Sabrina o Crespúsculo, y si bien era difícil, porque la caricatura tenía demasiados colores pastel y elementos fantasiosos, aquí se cae en una exageración al tratar de hacer creíble el mundo de las hadas (eso y que se nota el presupuesto tan kimitado); la escuela parece un museo, el vestuario no es especial, o por ejemplo, la reina de Solaría llega como una diplomática más, con banderitas y todo, ni siquiera se trató de darles una reinterpretación a sus vestuarios de hadas, ni una reminiscencia.  

Más allá de ello es una serie que se deja ver, es clásica, sin pretensiones y con algunas mejoras, sobre todo a nivel visual puede mejorar, y tapar un poco el hueco que dejó Sabrina, la cual, curiosamente, si en algo destacaba era en su apartado artístico, sobre todo en la primera temporada, porque la historia era igual de básica que cualquier otra serie de adolescentes, pero con una buena atmosfera. En fin, habrá que esperar y ver si la serie mejora y se empieza a sentirse como un mundo mágico.  

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